Dicen que Lilith fue la primera mujer,
pero por no ser como Dios quería que fuese,
por irreverencia y rebeldía,
fue expulsada del edén.
Dicen que,
cuando en la noche el cielo llora estrellas
y una brisa inusual remueve aire,
ella aparece como un ángel en cuerpo de mujer.
Que su pelo es tan fino y suave,
que te da la sensación de acariciar el viento
cuando entrelazas tus dedos en él,
y que su piel es tan pura,
que tiene un aura propia que te impide tocarla.
Dicen,
que cuando ella está en la tierra y sonríe,
la luna siente celos, las guerras se paralizan,
las balas se evaporan,
y de las lágrimas derramadas nacen flores.
Que es tan intensa,
que si la tienes delante,
te arden los ojos
y te quema el corazón.
Dicen que,
si te atreves a mirarla por más de un segundo,
contemplas tanta belleza,
que hará que el resto de tus días solo veas colores grises.
Que si te arriesgas a tocarla,
notarás el rojo fuego,
y el músculo que te da la vida
se derretirá en tu interior.
Y yo,
siendo el humano más miserable,
la quise mirar tanto que se me secaron los ojos,
y cuando ya no pude ver más,
quise tocarla hasta que me fundió el corazón.
Desde entonces,
aunque mis ojos ya no ven,
y mi corazón ya no me habla,
vivo en un invierno eterno,
en el que el frío ya no es tan frío,
ni el dolor duele tanto.
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